Urnas vs. ego: La lección que nadie quería escuchar
09 Septiembre 2025
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Periodista en AdnCiudad.com
Este domingo en Buenos Aires quedó claro algo que nadie en la Casa Rosada quiere admitir en voz alta, el Gobierno nacional perdió por goleada. El peronismo, con Axel Kicillof a la cabeza, se quedó con el 47,3 % de los votos contra un magro 33,7 % de La Libertad Avanza. Para un oficialismo que se presentaba como la ola imparable, el resultado es un baldazo de agua fría.
Y en este festival de derrotas, llama la atención el silencio del PRO. Los mismos que hace un tiempo juraban que eran “la pata republicana” de Milei ahora parecen practicar yoga electoral, permanecen inmóviles, mudos, como si con cerrar los ojos el golpe no existiera.
Más incómoda aún es la situación de los que se subieron al barco libertario pensando que era un crucero al Caribe y terminó siendo el Titanic. Diego Santilli y Cristian Ritondo, emblemas de la mudanza del PRO a La Libertad Avanza, hoy cargan con el título de “grandes perdedores”. Pasaron de ser figuras con proyección a estampillas viejas que nadie quiere pegar. ¿Quién recoge ahora esas fichas?.
A todo esto, se suma una verdad incómoda: La corrupción, aunque sea en dosis pequeñas, sigue siendo corrupción. No importa si el porcentaje es mínimo o si se intenta disfrazar de anécdota. La gente lo ve, lo mastica con bronca y finalmente lo devuelve en las urnas. El voto en Buenos Aires no sólo castigó la economía o el estilo Milei, también dejó claro que el discurso de la “pureza anticasta” se derrumba cuando los hechos muestran otra cosa.
La derrota abre preguntas inevitables: ¿cómo se reacomodará Milei en el Congreso de octubre? ¿Qué rol jugará un PRO que no habla, pero tampoco se despega? Y la ironía del asunto es: ¿qué harán los dirigentes que apostaron todas sus fichas a un gobierno que ya muestra grietas profundas, cuando las urnas les gritaron en la cara lo que no quisieron escuchar?
En política no hay nada más cruel que el silencio: el de los aliados que se esconden cuando huelen derrota. Pero ayer, frente a esas bocas cerradas, las urnas hablaron fuerte. Fue la población la que gritó, y lo hizo sin necesidad de micrófono.